jueves, 19 de junio de 2014

El Divorcio

EL DIVORCIO
En la Biblia no encontramos exclusivamente la expresión de los ideales divinos para la el ser humano y la sociedad, sino también de aquellos escenarios de vida humana, que son eventualmente duros y pecaminosos, y que existen en una categoría subideal. Los ideales son consolidados mediante pactos, promesas y mandatos, mientras que las realidades subideales son toleradas en silencio o cohibidas mediante prescripciones y advertencias, todo con el fin de reprimir las malas pasiones y que las acciones pecaminosas sean limitadas tanto como sea posible. Esta es la razón por la que el silencio y la legislación negativa, en cuestiones éticas subideales, deben analizarse con mucho cuidado.
El ideal Dios para la vida matrimonial incorpora, al menos, cuatro elementos, que son autoritativamente enseñados en Génesis 2:18-25; Marcos 10:2-12; Lucas 16:18 y 1 Corintios 7:39. (Romanos 7:1-14 debe aplicarse con cuidado, debido a que incorpora contenidos alegóricos e incluso culturales y circunstanciales)
1. La monogamia matrimonial (un hombre y una mujer). Observe las palabras del Señor que exponen el ideal original: “Por esto el hombre (singular) dejará ..., y se unirá a su mujer (singular), y los dos serán una sola carne” (Mt. 19:5; Mr. 10:7-8).
2. La persistencia del matrimonio. El mandato del Señor es “.. dejará .. y se unirá ..” (Versión Moderna: “.. quedará unido ..”)
3. La intimidad matrimonial. La vocación fundamental del matrimonio apunta a un compañerismo íntimo en que la personalidad encuentra su satisfacción y realización - “los dos serán una sola carne.”
4. La mutualidad matrimonial. El matrimonio implica la mutua realización en una relación plenamente satisfactoria para ambos, como se refleja en la expresión “ayuda idónea” (Gén. 2:18).
El ser humano en su maldad y pecado, es capaz de quebrantar el ideal de Dios. El ser pecaminoso eventualmente decide vivir en un nivel subideal. Al ser así, la poligamia, el divorcio, y el recasamiento llegaron a tolerarse en el Antiguo Testamento, aunque bajo restricciones legales particulares. Estas conductas no son recomendadas o aprobadas por Dios. Más bien son sufridas por ÉL, pues no están conformes a su perfecta voluntad y su sabio consejo. Esas conductas siempre llevan consigo terribles cicatrices, indecibles sufrimientos que llegan a ser inexpresables, y quebrantos infinitos. Y todo esto independientemente de las causas y las circunstancias las que sean.
Nuestro Señor señaló que el ideal de Dios puede ser quebrado totalmente. Dijo: “... por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:6). Aunque no usa la palabra “divorcio”, esa expresión está claramente implicada. Las palabras “juntar” y “separar” forman una antítesis directa; todo lo que represente la una, la otra lo deroga.