EL DIVORCIO
En la Biblia no
encontramos exclusivamente la expresión de los ideales divinos para la el ser
humano y la sociedad, sino también de aquellos escenarios de vida humana, que
son eventualmente duros y pecaminosos, y que existen en una categoría subideal.
Los ideales son consolidados mediante pactos, promesas y mandatos, mientras que
las realidades subideales son toleradas en silencio o cohibidas mediante
prescripciones y advertencias, todo con el fin de reprimir las malas pasiones y
que las acciones pecaminosas sean limitadas tanto como sea posible. Esta es la
razón por la que el silencio y la legislación negativa, en cuestiones éticas
subideales, deben analizarse con mucho cuidado.
El ideal Dios para
la vida matrimonial incorpora, al menos, cuatro elementos, que son
autoritativamente enseñados en Génesis 2:18-25; Marcos 10:2-12; Lucas 16:18 y 1
Corintios 7:39. (Romanos 7:1-14 debe aplicarse con cuidado, debido a que
incorpora contenidos alegóricos e incluso culturales y circunstanciales)
1. La monogamia
matrimonial (un hombre y una mujer). Observe las palabras del Señor que exponen
el ideal original: “Por esto el hombre (singular) dejará ..., y se unirá a su
mujer (singular), y los dos serán una sola carne” (Mt. 19:5; Mr. 10:7-8).
2. La persistencia
del matrimonio. El mandato del Señor es “.. dejará .. y se unirá ..” (Versión
Moderna: “.. quedará unido ..”)
3. La intimidad
matrimonial. La vocación fundamental del matrimonio apunta a un compañerismo
íntimo en que la personalidad encuentra su satisfacción y realización - “los
dos serán una sola carne.”
4. La mutualidad
matrimonial. El matrimonio implica la mutua realización en una relación
plenamente satisfactoria para ambos, como se refleja en la expresión “ayuda
idónea” (Gén. 2:18).
El ser humano en su
maldad y pecado, es capaz de quebrantar el ideal de Dios. El ser pecaminoso
eventualmente decide vivir en un nivel subideal. Al ser así, la poligamia, el
divorcio, y el recasamiento llegaron a tolerarse en el Antiguo Testamento,
aunque bajo restricciones legales particulares. Estas conductas no son
recomendadas o aprobadas por Dios. Más bien son sufridas por ÉL, pues no están
conformes a su perfecta voluntad y su sabio consejo. Esas conductas siempre
llevan consigo terribles cicatrices, indecibles sufrimientos que llegan a ser
inexpresables, y quebrantos infinitos. Y todo esto independientemente de las
causas y las circunstancias las que sean.
Nuestro Señor
señaló que el ideal de Dios puede ser quebrado totalmente. Dijo: “... por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mt. 19:6). Aunque no usa la
palabra “divorcio”, esa expresión está claramente implicada. Las palabras
“juntar” y “separar” forman una antítesis directa; todo lo que represente la
una, la otra lo deroga.